Los recién nacidos deben ser observados en todo momento por sus madres. En ocasiones sustancias líquidas como la sangre, leche o secreciones salivales interfieren en el conducto aéreo (comprende desde los bronquios hasta los alvéolos). Cuando se obstruye se origina una broncoaspiración, dificultad en la respiración y como resultado, la asfixia.
Si notas que tu pequeño tose o escuchas un ruido extraño en su garganta, probablemente esté a punto de desarrollar un cuadro de asfixia. No desesperes remeciendo su cuerpecito o dándole de beber más agua, tomar medidas improvisadas puede originar agotamiento en el recién nacido e incluso aumentar la sensación de ahogo.
Una primera acción puede estar en emplear una perilla de succión, indicada para la succión de las secreciones, si al cabo de 30 segundos el bebé pierde el conocimiento, continúa asistiéndolo esta vez con la reanimación cardiopulmonar, la cual consiste en brindarle respiración artificial.
En ambos casos sería oportuno que pudieras informarte sobre la técnica del procedimiento, pues ante una situación imprevista donde la vida de tu hijo se pone en peligro es mejor tener las indicaciones de primera mano.