En principio, la cirugía mamaria no tiene por qué afectar a la lactancia. Una mujer que se haya sometido a una operación de aumento de senos puede darle el pecho a su bebé.

Toda intervención quirúrgica implica un riesgo, sin embargo, su resultado a futuro dependerá de la ubicación de las incisiones. Sucede que al realizarlas muy cerca de la areola es posible que los ductos lactíferos (encargados de drenar la leche hacia los orificios del pezón) sean  comprometidos originando la poca producción de la leche. Lo ideal sería que las separaciones de piel sean hechas debajo del pliegue del seno para así disminuir el riesgo de daños en los nervios.

 

Entre las operaciones más comunes están la lumpectomía en la cual se remueve un mínimo de tejido para retirar los tumores, asimismo las conocidas biopsias: en ellas se realiza un procedimiento similar al anterior (aunque en una pequeña zona) para realizar un estudio muestral. En estas operaciones es poco probable afectar la lactancia, a menos que los conductos lácteos o los nervios sufrieras un daño mayor.

La reducción de mamas es, por otro lado, la operación con mayores probabilidades de anular la lactancia (hasta un 50 %). En esta intervención, los ductos del seno son removidos afectando directamente a los nervios, encargados de estimular el chorro de leche.

Finalmente, en el aumento de mamas (implantes) no existe razón para creer que las siliconas puedan perjudicar la salud de tu bebé. La lactancia en este caso es posible a pesar de la poca cantidad de leche que en un inicio producirás. Si eres constante al seguir las recomendaciones de tu médico, alimentarás a tu pequeño sin problemas.

Te aconsejamos que antes de practicarte una operación te informes sobre las implicancias que pudiera tener en un futuro. La maternidad trae consigo una serie de cuidados y sacrificios que debes tener en cuenta para el bienestar de tu bebé.