Un soñador es aquel que sólo encuentra su camino a la luz de la luna y cuyo castigo es ver el alba antes que el resto del mundo. (Oscar Wilde)

Según las hipótesis de Freud, el padre del psicoanálisis, la materia para los sueños se saca desde nuestras experiencias cotidianas, desde nuestros residuos psíquicos diurnos, o sea desde las impresiones y los temas no desarrollados por completo. Pero eso no sería bastante si esas experiencias no fueran enlazadas con nuestros deseos inconscientes, a veces infantiles, que tienen el poder de amplificarlos hasta la sutil atención de la consciencia. A veces no conocemos la naturaleza del sueño ni el el sueño mismo; es así que pensamos no haber soñado.

Hay que saber que soñamos en una específica fase llamada “fase REM” (proviene de la frase inglesa Rapid Eyes Movement). A lo largo del sueño esta fase se presenta 4 o 5 veces, determina sueños muy intensos y fuertes en la mente de una persona, escenarios imprevisibles, personas que aparecen y que luego desaparecen, acontecimientos que nunca ocurren en la vida real. Sin embargo esos sueños nos parecen tan tangibles y reales que los confundimos con la realidad... mientras que otras veces nos damos cuenta de que estamos sólo soñando.