La anorexia se define como el rechazo a los alimentos y puede ser orgánica cuando esta producida por un problema médico concreto que ocasiona una falta de apetito puntual que mejora al solucionar el cuadro principal, siendo un rechazo uniforme a todos los alimentos o conductual cuando el rechazo es selectivo, siendo esta la causa más frecuente en nuestro medio y a la que me referiré en este artículo.
La ansiedad excesiva y la ausencia de coordinación entre los padres ocasionan ese estrés familiar que conduce a una falta de respeto al desarrollo de los hábitos alimentarios del niño, dando lugar a métodos erróneos en la alimentación que perpetúan la negativa a comer de nuestros hijos.
Deberemos reeducarlos en sus hábitos y reeducarnos a nosotros mismos, dejando de usar métodos equivocados tan poco pedagógicos como la amenaza, el castigo, los premios, el darle de comer a la fuerza abriendo el padre la boca del niño y la madre metiéndole la cuchara, el poner al niño delante del televisor y cuando esté abstraído con sus dibujos favoritos aprovechar para meterle la carne en la boca, el ir detrás del niño correteando por la casa con el plato detrás como si fuera un juego, o bien tener preparado un menú de 10 platos que iremos ofreciendo según vaya rechazando el plato anterior. Seamos serios y convirtamos el comer en un acto apetecible y evitar que el niño nos “chantajee” con sus exigencias que son las que le hemos enseñado y consentido.
No somos partidarios de darle las lentejas en el desayuno, comida y cena hasta que se las coma, lo que aconsejamos es ofrecer una dieta variada y si lo que le hemos preparado para comer no lo quiere, ya merendará sus frutas o leche o ya cenará lo que tuviéramos previsto, deberemos dar un tiempo prudente en cada comida y una vez cumplido, retirar el plato sin riñas ni amenazas, poco a poco iremos reeducando a nuestro hijo, pero antes deberemos de reeducarnos como padres y así, juntos conseguiremos poco a poco que nuestro hijo coma.
Para terminar, deberemos de rechazar el empleo de estimulantes del apetito ya que a la larga son perjudiciales y se acaban acostumbrando a ellos por lo que al suprimirlos vuelven a comer otra vez mal. Únicamente los recomendamos en caso de fases de convalecencia de una enfermedad para estimular el apetito pero ojo, solo mantenerlos unos pocos días.
La anorexia se define como el rechazo a los alimentos y puede ser orgánica cuando esta producida por un problema médico concreto que ocasiona una falta de apetito puntual que mejora al solucionar el cuadro principal, siendo un rechazo uniforme a todos los alimentos o conductual cuando el rechazo es selectivo, siendo esta la causa más frecuente en nuestro medio y a la que me referiré en este artículo.
La ansiedad excesiva y la ausencia de coordinación entre los padres ocasionan ese estrés familiar que conduce a una falta de respeto al desarrollo de los hábitos alimentarios del niño, dando lugar a métodos erróneos en la alimentación que perpetúan la negativa a comer de nuestros hijos.
Deberemos reeducarlos en sus hábitos y reeducarnos a nosotros mismos, dejando de usar métodos equivocados tan poco pedagógicos como la amenaza, el castigo, los premios, el darle de comer a la fuerza abriendo el padre la boca del niño y la madre metiéndole la cuchara, el poner al niño delante del televisor y cuando esté abstraído con sus dibujos favoritos aprovechar para meterle la carne en la boca, el ir detrás del niño correteando por la casa con el plato detrás como si fuera un juego, o bien tener preparado un menú de 10 platos que iremos ofreciendo según vaya rechazando el plato anterior. Seamos serios y convirtamos el comer en un acto apetecible y evitar que el niño nos “chantajee” con sus exigencias que son las que le hemos enseñado y consentido.
No somos partidarios de darle las lentejas en el desayuno, comida y cena hasta que se las coma, lo que aconsejamos es ofrecer una dieta variada y si lo que le hemos preparado para comer no lo quiere, ya merendará sus frutas o leche o ya cenará lo que tuviéramos previsto, deberemos dar un tiempo prudente en cada comida y una vez cumplido, retirar el plato sin riñas ni amenazas, poco a poco iremos reeducando a nuestro hijo, pero antes deberemos de reeducarnos como padres y así, juntos conseguiremos poco a poco que nuestro hijo coma.
Para terminar, deberemos de rechazar el empleo de estimulantes del apetito ya que a la larga son perjudiciales y se acaban acostumbrando a ellos por lo que al suprimirlos vuelven a comer otra vez mal. Únicamente los recomendamos en caso de fases de convalecencia de una enfermedad para estimular el apetito pero ojo, solo mantenerlos unos pocos días.
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