La adolescencia ha sido conocida desde siempre como la etapa menos comprendida en la vida de los seres humanos, un padre lo sabe y un padre de 50 ó 60 mucho más.
Cuando se es joven la energía se desborda y los juegos con tu hijo parecen interminables, pero si la paternidad se produjo en un tiempo en el que tu estado físico no estaba a la talla con las exigencias de tu pequeño, seguro sentirás la pegada.
Eso no significa que morirás en el intento por acompañarlo en cada una de sus travesuras o descubrimientos. Un bebé es siempre motivo de felicidad, en muchas parejas se produce una especie de rejuvenecimiento, contagiados por aquella vitalidad que solo un bebé logra expresar con tanta espontaneidad.
A medida que el niño va creciendo comienzan a producirse ciertos problemas en cuanto a la forma como ambos miran el mundo, el padre quizá con una mente más convencional y el ahora adolescente con sueños e ideas extrañas a los ojos de sus progenitores. Sin duda la frase “en mis tiempos esto no pasaba” podrá ser recurrente.
Es normal que las diferencias generacionales salten a la vista, pero solo en la comunicación constante con los hijos será posible acortar esa distancia.